lunes, 26 de enero de 2009

Alguien toca una campana.

Una campana que no conozco; niñas corren con sus vestidos grises y se oyen unos gritos a lo lejos. Las monjas se pasean por el patio enorme y lleno de sol, los vidrios del comedor reflejan una mesa, una mesa larga, azul, llena de chipotitos; un mueble lleno de mochilas, unos tendederos, unos salones acalorados, puertas negras; sigue sonando la campana.
Unas escaleras llevan a un lugar desordenado, con libros, revistas, sillas y tierra por todas partes. Luego de un rato, el lugar se llena de niñas altas, chiquitas, morenas, blancas, limpias, sucias, enojadas, lloronas, aisladas, en bolitas, corriendo, escondidas, distantes...grises, grises.
Tengo miedo, no quiero que me vean, si no huyo el ambiente me va a asfixiar, las miradas se me van a enterrar en la piel y se van a quedar en mi para siempre.
Quiero pensar que ni se dan cuenta de que estoy ahí, que solo yo las puedo ver.
Que sólo yo creo que esto es mentira, que a las niñas no les pasa eso, que estos lugares no exitsten en los cuentos, mucho menos en la vida real
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