lunes, 11 de enero de 2010

Agosto 2009

Acaricio el viento con mi respiración y él me devuelve la vida que me han robado.

Mis ojos no encuentran muchas veces que ver, mis manos no hacen más que seguirme; así como mis pies caminan por senderos pedrosos e inestables sin destino seguro.

Cuando el sol sobre nosotros anuncie el inicio de un nuevo día, mis somnolientos recuerdos te traerán a mi lado, para reír debajo de las sábanas y que nuestros ojos escapen de mi guarida de paja y lodo.

Cuando la comida esté lista y haya decenas de platos sucios esperando, el viento del medio día te arrastrará hacia la cocina como a una flor recién abierta.

Si la ausencia de luz de las doce de la noche te da miedo, si los caminos comunes se alargan y parecen imposibles… si las voces de los extraños te persiguen y se hacen fuertes o si en algunos momentos no sabes a donde ir… Piensa en los días de aventuras y carcajadas, en los mejores momentos que vivimos, en los viajes en bicicleta y las coca-colas, en tus brazos alrededor de mí.

Tráeme también un par de metáforas nuevas y vírgenes, una copa llena de tu buena fé y tráete a mí, para seguir con nuestra historia perpetua, con nuestras ganas, con nosotros mismos.

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