jueves, 1 de mayo de 2008

El vino de mi mal.

Ahora recuerdo que las cosas se deshacían, que el cielo me aplastaba, que el viento me ardía, que tu cara en mi cabeza me abría las heridas, que mis lágrimas recorrían mis cachetes asoleados y caían dolorosamente sobre el pasto; que estuve a punto de hablarte para mentarte la madre por lo que me hacías, que estuve cerca de perder la poca "dignidad" que me quedaba, pero para tu suerte, o tal vez para la mía, no tenía saldo...

1 comentario:

MP dijo...

Sin importar la situación, no hay que perder la dignidad.
Eso pienso, eso siento, eso me enseñaron.
-Abrazo-